Pequeño, inútil,
como el niño que
de tanto jugar con fuego
al final se quema.

Así me siento,
como un alumno maleducado
escuchando tras la puerta
conversaciones ajenas.

Así me siento si te miro,
si te hablo,
si te siento,
y si te pienso.

Y cuando ríes,
oh, que absurdo resulta,
cuando ríes todo parece
volver a su sitio.

Eres bella, no sé cuando,
ni como, ni cuanto,
y veo que todo esto
se me escapa de las manos.

Y cuando lloras,
me alzaría,
contra viento y marea,
para hacerte reir de nuevo.

Pero entonces recuerdo,
que solo soy el niño,
el niño tras la puerta,
el amor sin respuesta.







Solo un niño tras tu puerta.
Solo un amor sin respuesta.